martes, mayo 17, 2005

EL NEGRO

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que se ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aún siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al chico y sonreirle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedicamos esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aún bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él si inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero que chiflados están los europeos".

Artículo de Rosa Montero, EL PAIS, 17 de Mayo de 2005

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hola Wonders.
Efectivamente la historia es deliciosa y aleccionadora.

Lo que no cuenta la historia es si después del café hubo... ¿copa y puro? (jeje).

Bromas aparte, las situaciones entre razas cuando no están claramente definidas las circunstancias muchas veces son así. Si además se le une el asunto de la inmigración ilegal entonces apaga y vámonos.
Por cuestiones que no hacen ahora al caso podría contarte muchas situaciones similares a ésta que narra Rosa Montero.
Un saludo.

2:52 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Simpática y aleccionadora historia. Me hizo recordar de un documental norteamericano de cómo unos adolescentes africanos eran enviados a estudiar a los EE.UU. y lo bueno y estudioso que era el protagonista. Me encogió el corazón. Si consigo acordarme del título, te lo digo. Un abrazo.
PD: Gracias por el enlace, también te enlazo.

6:24 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Muy buen artículo.. La verdad es que deberiamos cambiar un poco nuestras opiniones o forma de pensar, yo misma que no me considero para nada racista, me molesta cuando veo a las mujeres árabes con el velo y tapadas hasta los pies, creo que por lo menos deberían adaptarse un poquito, pero si giro hoja...pienso que si yo tuviera que emigrar porque mi pais está mal y el hambre es muy mala, y vivir y trabajar en un pais árabe, supongo, vamos estoy segura que no iba a cambiar mis costumbres por vivir allí, no me taparía de arriba a bajo ni me pondría un velo que cubriera mi rostro y mis cabellos ni renunciaria al jamoncito ni a la carne de cerdo, es lo que quiero pensar que les ocurre a ellos.
Un abrazo wonderssss

10:30 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Acabo de leer la historia "El negro" de Rosa Montero (El Pais, 17-5-2005), y me ha sorprendido que
narre con todo lujo de detalles el argumento del cortometraje "Lekk (La
comida)" de la directora Susi Gozalvo sin que haga alusión al mismo.

Este corto ha obtenido varios premios en festivales de cortos.

Creo que es de justicia decir la procedencia de las historias, cuando no son originales.

11:54 p. m.  

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